1 año de la Etapa Discipular (filosofía)

 

Integrantes (diócesis)

  1. Silvestre Ramón Cáceres Segovia (C. Oviedo)
  2. Derlis Cardozo Giménez (C. Oviedo)
  3. Alberto Javier Cardozo Stockel (C. Oviedo)
  4. Blaz Antonio Colmán Enciso (C. Oviedo)
  5. Héctor Duarte Mercado (C. Oviedo)
  6. Pablo Paredes Coronel (C. Oviedo)
  7. Marcelo Paredes Pereira (C. Oviedo)
  8. Hugo Ariel Sánchez Irala (C. Oviedo)
  9. César Nicolás Vera Sanabria (C. Oviedo)
  10. Marcos Rafael Brítez Quintana (C. del Este)
  11. Alejandro Andrés Coronel Villamayor (C. del Este)
  12. Javier Ángel Santacruz Flores (C. del Este)
  13. Richard Sebastián Santacruz Peralta (C. del Este)
  14. Nelson Ariel Vargas Bareiro (C. del Este)
  15. Alexis de Jesús Duarte Monzón (C. del Este)
  16. Óscar Anibal Alfonso Fernández (Asunción)
  17. Joel Ezequiel Aquino (Asunción)
  18. Amado Adrián Ovelar Caballero (Asunción)
  19. Luis Fernando Portillo Núñez (Asunción)
  20. Carlos Miguel Acosta Martínez (Caacupé)
  21. Gabriel Estigarribia Chávez (Caacupé)
  22. Felipe Agustín Mendieta Machuca (Caacupé)
  23. Fernando Silva (Caacupé)
  24. Víctor Jesús Ariel Arce Chávez (Villarrica)
  25. Gerardo Delvalle Ferreira (Villarrica)
  26. Carlos Damián Patiño Agüero (San Lorenzo)
  27. Miguel Javier Vera Correa (San Lorenzo)
  28. David Francisco Portillo Ortiz (Carapeguá)
  29. Héctor Rubén Yegros Meza (Carapeguá)
  30. Diego Enrique Herrero Medina (Concepción)
  31. Federico Javier Machado Cabañas (Castrense)
  32. Alan Alex Vera González (B. Aceval)
  33. Mauricio Sánchez Gómez (San Pedro)

Patrones de la Comunidad

San Luis Gonzaga

Nació en la provincia de Mantua, de donde era originaria su familia. Habiendo sido el primogénito de un noble linaje, su destino a la guerra parecía que hubiera sido ya predeterminado. Su padre, el marqués Ferrante, estaba convencido de ello y por eso lo ejercitó en el uso de las armas y las armaduras. Su madre, en cambio lo educó con su testimonio de fe y con sus oraciones.

Luis nos contará que su vocaciòn a la vida religiosa maduró muy precozmente. Como cualquier niño normal, a la edad de 5 años jugaba a la guerra, y luego como a los 7 años se arrodillaba varias veces al día para recitar los salmos penitenciales. A los 10 años se consagró definitivamente a María, como ella se había consagrado a Dios. A los 12 años recibió la Primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo, en ocasión de su visita pastoral a Brescia. Confió luego sus intenciones de consagrarse como religioso a su madre, pero su padre se opuso a esa desición con todas sus fuerzas. Incluso se burló de él, pero Luis se defendió diciendo: «Busco la salvación, Padre mìo; búsquela usted también! Su padre intentó disuadirlo enviándolo a las cortes italianas, quizás para que en esos ambientes se distrajera o se enamorase, pero el resultado obtenido fue contraproducente pues Luis confirmó con más vigor su decisión de entrar en la Compañía de Jesús. Así que, en 1585 firmó su renuncia a los títulos y a la herencia a favor de su hermano menor Rodolfo y se fue a Roma. Sólo tenía 17 años.

Entre los jesuitas, Luis se distinguió por su fe siempre entusiasta y por su hábito de intensas penitencias y autocontrol. Sus superiores se dieron cuenta inmediatamente de que Luis era una verdadera y poco común «joya espiritual», tanto que después de su muerte el Superior General, sucesor directo de San Ignacio de Loyola, afirmó que pensaba que Luis se habría salvado de la peste, pues estaba convencido de que el Señor lo habría destinado a ser el guía de la Compañía de Jesús en un futuro. Entre los jesuitas sólo pasó unos pocos años, estudió teología pero no tuvo tiempo para profesar sus votos.

Mientras Luis vivía en Roma, varios dramas flagelaban a la ciudad, uno tras de otro: primero la sequía, luego la hambruna, finalmente una epidemia de peste tifoidea. Fiel al lema «Como los otros «, es decir, renunciando a sus nobles orígenes así como los privilegios derivados de su estado de salud, Luis se fue entre los «apestados» para curarlos y ayudarlos, junto a San Camilo De Lellis. Un día, vio a un enfermo abandonado en la calle, a punto de morir: lo cargó sobre sus hombros y lo llevó al hospital de la Consolata. Así es como probablemente se infectó, y unos días más tarde murió en los brazos de sus compañeros, a sólo 23 años de edad. Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII, quien tres años después, lo nombró protector de los estudiantes. Pío XI lo proclamó protector de la juventud católica en 1926; Juan Pablo II lo nombró protector de los enfermos de SIDA en 199

Virgen de Guadalupe

Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oir Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser «la siempre Virgen María Madre de Dios» y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.

Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio. Pio X la proclamó como «Patrona de toda la América Latina», Pio XI de todas las «Américas», Pio XII la llamó «Emperatriz de las Américas» y Juan XXIII «La Misionera Celeste del Nuevo Mundo» y «la Madre de las Américas».