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El ministerio de lector

El pasado 8 de octubre,  en nuestra Casa de Formación,  el  Seminario Mayor Nacional del Paraguay,  se celebró la colación de los ministerios menores: lector y acólito. Este acontecimiento es motivo de alegría para los seminaristas, futuros sacerdotes, y sus familiares, así también para la Iglesia que peregrina en el Paraguay. Porque son  compromisos que van de a poco preparando al candidato para  la entrega  generosa al servicio de la Iglesia.

Como breve dato histórico sobre el ministerio de lector, es importante mencionar que antes del Concilio Vaticano II,  la Iglesia tenía cuatro  órdenes  menores que eran oficios necesarios para que la celebración litúrgica  sea desarrollada de forma buena y decorosa. Algunas de las cuatro órdenes menores  ya se tenían aproximadamente en siglo II. Y, probablemente, la más antigua de todas es el ministerio de lector.  La colación de las órdenes menores conlleva la entrega de un signo, en el caso del lector es la Sagrada Escritura, y la bendición del Obispo. (cfr. Ritual de Órdenes menores, pág. 29).

Con el Concilio Vaticano II quedaron dos  como ministerios menores  de la Iglesia: el lector y el acólito. Estos dos no se desvinculan del compromiso preparatorio del candidato al sacerdocio pero se enfatiza como función del laico. Pues claro, el seminarista es laico que se encamina al orden sagrado.

Después de conocer el breve dato histórico, es bueno preguntarnos  ¿Qué es el lector y cuál es su función? Y  la Instrucción General del Misal Romano señala que “el lector es instituido para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el Evangelio.” (IGMR n° 99). Por tanto, “el lector tiene sus funciones propias en la celebración litúrgica, las que deben ejercer, aun en el caso de que estén presentes ministros de orden superior.”(Ceremonial de los Obispos n° 30).

Asimismo, el lector  instituido “puede decir las intenciones de la oración universal, y, en ausencia de un salmista, proclamar el salmo responsorial.” (IGMR n°99).

“En ausencia del diácono, en la procesión de entrada hacia el altar, el lector, revestido con una vestidura aprobada, puede llevar el Evangeliario, antecediendo al sacerdote. Si está el diacono, se va con los otros ministros.” (IGMR n°194).

El ceremonial de los Obispos señala también cuanto sigue: En cuanto sea necesario, el lector prepare a los fieles que pueden leer la Sagrada Escritura en las acciones litúrgicas.” (Ceremonial de los Obispos n° 31).

Ahora bien, luego de ver  en qué consiste el lector instituido y cuál es su función específica, resulta propicio contemplar lo que dice el Código de Derecho Canónico para poder entender el carácter de compromiso preparatorio del candidato al sacerdocio, en su etapa de formación.

El canon 1035, parágrafo 1 señala: “Antes de que alguien sea promovido al diaconado, tanto permanente como transitorio, es necesario que el candidato haya recibido y haya ejercido durante el tiempo conveniente los ministerios de lector y de acólito.”

Este mandato, a modo de comprender mejor, podemos iluminarlo con lo que dice el Ceremonial de los Obispos sobre este compromiso tan importante, que no se halla limitado  solo a un servicio o función meramente exterior. El lector instituido “consciente de la dignidad de la Palabra de Dios y de la importancia de su oficio, tenga constante preocupación por la dicción y pronunciación, para que la Palabra de Dios sea claramente comprendida por los participantes. Ya que el lector anuncia a los otros la Palabra divina, recíbala también él dócilmente, medítela con asiduidad y con su modo de vivir, sea testigo de ella.” (Ceremonial de los Obispos n° 32).

El compromiso entonces guarda un profundo sentido interior; que la Palabra de Dios  no solo sea custodiada y cuidada en su proclamación para que los fieles comprendan, sino también que esa Palabra divina transmitida tenga vida en su cotidiano caminar,  es decir, que su vida misma sea testimonio de la Palabra divina que anuncia. Así también este sentido interior vemos, con más claridad,  en la oración ritual que realiza el Obispo sobre los colacionados al ministerio del lector: “Oh Dios… bendice a estos hermanos nuestros, elegidos para el ministerio de los lectores; concédeles que, al meditar asiduamente tu palabra, se sientan penetrados y transformados por ella y sepan anunciarla, con toda fidelidad, a sus hermanos.”

Que la alegría de haber recibido el ministerio de lector permanezca siempre en los candidatos al sacerdocio, como signo de que realmente la Palabra de Dios va transformando sus vidas.

Seminarista: Armando Segovia Mendoza

Curso: Segundo año de la Etapa Discipular

Diócesis: Coronel Oviedo

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