Seminario Mayor Nacional v2.0

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Una historia vocacional

  “Jesús los llamó: Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). La alegría que uno puede sentir en la llamada vocacional es incomparable, Jesús los llamó con una voz firme y era tan irresistible, que tomaron la decisión de dejar todo y seguirlo.

            Lo que siempre me ha impulsado es servir al Señor con una alegría y entrega total, ponerme al servicio de los hermanos enfermos, alegrarme con ellos en su alegría y llorar con ellos en su dolor.

            Así al sentir la inquietud vocacional, decidí entrar e ir preparándome ya desde el Seminario menor, que es una buena iniciación, pero no pude acceder porque me enfermé como tres años. Doy gracias a Dios, porque por medio de eso pude madurar en mi fe, y fue una buena forma de comprender más lo que parecía como una llama que nunca se apagó. Después de los tres años, me curé completamente. Ya estaba bien decidido  a irme al Seminario, dispuesto a descubrir la llama que ardía muy dentro de mí, que solo podrá entender aquellos que lo sienten.

            En el momento que decidí irme al Seminario le comenté a mi padre, que me respondió: Bueno, hijo, si Dios quiere que seas su servidor, llegarás”. Como yo ya estuve decidido, fui a hablar con el encargado vocacional y él me invitó para una evaluación vocacional. Fue buena experiencia y conocí también a muchos aspirantes. Y lo más hermoso fue poder participar en la Misa todos los días, visitar al Santísimo Sacramento que estaba expuesto para poder contemplarlo fervorosamente, que todo ese tiempo me asistió con un amor inefable y fortaleció mi vocación y mi vida espiritual. Después de la evaluación vocacional tuvimos una misión pastoral, donde conocí a personas muy buenas, que tienen sus corazones abiertos para el mensaje del Señor. Aunque, muchas veces, solo escuchamos lo negativo, también debemos buscar lo positivo y llevar mensajes de esperanza a nuestros hermanos, mensajes de paz, paz que inunda de sosiego el corazón.

            Después tuve la oportunidad de pasar al Seminario Mayor, donde pude conocer más sobre la fe católica. Estaré eternamente agradecido por la oportunidad que tuve, porque gracias al Seminario pude desarrollar más sobre la oración comunitaria y personal. La Iglesia es madre y maestra, porque acoge con un calor de madre y también enseña. Por ejemplo, yo pude aprender a hablar mejor en castellano y, por otra parte, visitar al Santísimo que es el motor de mi vocación, entregándole todos mis propósitos, para poder tener un trato afectuoso con el Padre.

            Navegar en este camino no es una misión confiada solo a nuestros esfuerzos. Implica entregar a Dios el timón, para acompañarnos y guiarnos en la dirección correcta. Aunque aparezcan las agitaciones en la vida no debemos perder el ánimo.

            Este camino requiere de valentía. Jesús mismo dice “Ánimo no teman, que soy yo” (Mt 4, 27). Confiemos en el Señor y digamos como Pedro: “Señor si eres tú, manda que vaya a ti caminando sobre el agua” (Mt 14, 28). El Señor nos sostendrá si respondemos con generosidad a su llamada. Animo a los jóvenes que sienten la inquietud, para que puedan responder con agrado al Señor, como la Virgen María, que es modelo de vocación y cantó con alegría las grandezas del Señor (Cf. 1, 39).

Seminarista: Julio Romero Quintana

Curso: Etapa Propedéutico

Diócesis: Ciudad del Este

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